
Un viaje al mundo transexual en Cali
La falta de garantías y violación de los derechos humanos de las mujeres trans en la ciudad han generado como única alternativa de sobrevivencia la prostitución, haciéndolas vulnerables a discriminación y abusos.
“La vida de uno no es fácil, o por lo menos la mía no, comenzó con una cantidad de vulneraciones por parte de mi mamá, papá y hermanos. Para ellos no fue normal entender que su ‘varoncito’, desde los cinco o seis años, empezaba a sentir que le gustaba lo femenino, mamá dejaba las chanclas o las sandalias y yo corría a ponérmelas, me amarraba la toalla a la cabeza, me maquillaba, no me gustaba el fútbol y mucho menos disfrutaba la compañía de otros niños. Pero mamá seguía insistiendo tercamente: ‘eso no se hace Rodrigo, de azul te debes de vestir, con niños debes de jugar y con niñas te tienes que acostar’”.
Entre espejos colgados de lado a lado, dentro de una peluquería situada en el barrio Alfonso López, al oriente de Cali, Natalia afirma que empezó a autodenominarse gay por su atracción hacia los hombres, pero que en realidad era poco o nada lo que a sus 10 años sabía de ser una mujer ‘trans’.
Sentada en una silla desgastada por el uso, con su vestido corto a rayas, sus piernas delgadas, largas y cicatrizadas por puñaladas, Natalia, de 34 años, alta, de tez morena y ojos oscuros, creció pensando que el gusto desesperado por lo femenino era algo de “maricas”. Gran parte de su niñez optó por comportarse como un niño, acostumbrándose a vivir con ese peso, solo y únicamente para que sus primos y hermanos no insistieran en esa idea masculina que tanto le atormentaba. Durante sus primeros años de estudio recibió miles de insultos por parte de sus compañeros. “Estaba en segundo grado cuando me adelantaron a quinto, entonces empecé a ser un niño pilo, o un mariquita pilo como me llamaban los educadores, que en vez de instruirme, lo que hacían era destruirme, qué podría yo esperar de mis compañeros si los profesores me decían, controle esas hormonas, ¿quiere jugar futbol?, eso no es juego de niños, o ¿qué días es que las niñas juegan pelota?”.
Estando en el colegio, Rodrigo entendió que no quería seguir vistiendo de hombre, que esa no era su identidad, ni su esencia, mucho menos el estilo de vida que quería seguir. Él quería verse vestida de mujer, con su cabello largo, sus labios pintados y sus ojos escarchados.
En ocasiones la terminología gay es utilizada para referirse a cualquier miembro de la comunidad homosexual, pero existen diferentes connotaciones para cada uno de sus miembros: lesbianas, gays, trans-sexuales, bisexuales e inter-sexuales hacen parte de la comunidad llamada LGTBI. “Yo me defino como una mujer Trans-heterosexual, allá ustedes como lo vayan a interpretar, esa es mi definición”.
Una mujer ‘trans’ es una persona que se identifica y construye una identidad de género diferente a la asignada social y culturalmente al nacer, es decir, nace biológicamente hombre, pero la construcción del género tiene como referente el género femenino.
Homicidios de mujeres ‘trans’
A pesar de que no existen cifras concretas que permitan generar datos específicos sobre asesinatos cometidos hacia la comunidad LGTBI, según el informe Impunidad sin Fin, publicado por Colombia Diversa, los cinco departamentos con la mayor cantidad de homicidios en el período 2010-2011 fueron en su orden: Antioquia, Valle del Cauca, Bogotá D.C., Risaralda y Norte de Santander. Durante este periodo, al menos 14 mujeres ‘trans’ fueron asesinadas.
En Cali existe gran desinformación y rechazo hacia la mujer ‘trans’, sus características junto a su condición son ignoradas, por ende pisoteadas y vulneradas, la falta de garantías, los altos índices de homicidios, persecución policial, la homofobia, entre muchas otras problemáticas, han acarreado una gran tasa de maltratos y violación de los derechos humanos.
Katherine Maya quien es actualmente activista de esta comunidad y quien por más de diez años se dedicó a la prostitución en las calles de la ciudad, asegura que se salvó de morir, no una, sino muchas otras veces a causa de balaceras y puñaladas recibidas por desconocidos o clientes. “Para mí leer titulares como ‘Le pegaron un balazo por loca’, ‘Se vistió de mujer y lo mataron’, ‘Muere por andar fisgoneando’, ‘Paliza para la flaca Clara’, entre otros, es una evidencia clara de los altos índices de maltrato hacia las mujeres ‘trans’”.
Pese a la poca información que existe sobre homicidios a mujeres ‘trans’ en la ciudad, la Fundación Santamaría, que trabaja en pro de la reivindicación de los derechos de esta comunidad, junto al Observatorio de Mujeres Trans, realizó el Informe Marineras Fucsias donde se expone el contexto histórico, social y etnográfico de esta comunidad, dentro de la ciudad durante los período 2005 y 2011. Allí quedaron consignados 42 homicidios, de los cuales 32 ocurrieron en Cali y 10 en otros municipios del Valle del Cauca. En cuanto a la actividad de las víctimas se pudo establecer que el 50% eran trabajadoras sexuales, el 22% estilista, el 7% alternante, el 10% vendedoras y el 2% eran desempleadas, artistas de show o transformistas. El estudio concluyó que el 57% de las víctimas se dedicaba al trabajo sexual, todas en la modalidad de trabajo en calle.
El personero de Cali, Andrés Santamaría, a través de RCN Radio, aseguró que desde el año 2005 han sido asesinadas en Cali 60 chicas transexuales. “Estos homicidios se mantienen en la impunidad porque, al parecer, se tratan de crímenes de quinta categoría”. En la mayoría de casos las circunstancias de estos homicidios cuentan con un tinte grotesco donde las balas, la sangre y las heridas con armas blancas juegan un el papel principal. Según explica la Fundación Santamaría, existe reporte de agresiones donde se han introducido objetos en el recto (palos, tacones), golpeado sus prótesis (senos y cola), arrancado las uñas de las manos y producido heridas con objetos corto punzantes, principalmente en la cara, cabeza, pecho y genitales.
Según el observatorio de mujeres ‘trans’, el 33% de las víctimas está en un rango de edad comprendido entre los 25-29 años, el 22% entre 30-34 años y el 12% tenían de 19 a 24 años. En el 14% de los casos, se desconoce la información sobre la edad de la víctima.
En este sentido, se encuentra que el 67% de las víctimas de homicidio estaban entre los 19 y 34 años de edad, no muy lejos de la de edades de Natalia y Katherine. “Como dice el dicho, a cada una le llega su San Martín, me ha tocado ver a muchas amigas morir tiroteadas o amordazadas, las dejan por ahí tiradas llenas de puñaladas moretones y golpes”, denuncia Viviana Gómez, trabajadora sexual.
Putas o peluqueras
Sentada desde el interior de su peluquería, sacando unos cuantos polvos y rubor de una bolsa pequeña metalizada, Natalia cuenta que su mamá fue radical desde el momento que se enteró que su hijo dejaría de ser él para transformarse en ella. “Si usted va hacer lo que está haciendo se va de la casa”. Faltaban dos meses para salir de bachiller, su ilusión siempre había sido llegar a ser odontólogo. “Tenía solo dos opciones, o ser puta o peluquera, de hambre no me iba a morir. ¿Quién iba asistir a mi consultorio cuando se enterara que soy una mujer ‘trans’?, ¿usted lo haría?, ¡yo creo que no!, de hecho sé que la prostitución era mi única opción. Opté por la vida fácil, ejercí la prostitución por muchos años, ahí viví momentos buenos, momentos malos, más malos que buenos, me tropecé muchísimo, esa vida casi me lleva de este mundo, unas puñaladas que me pegaron casi me matan”.
Los altos índices de homicidio, maltrato y vulneración de los derechos humanos de esta comunidad se debe a la falta de garantías sociales, económicas y culturales a las que se deben enfrentar. La mayoría de estas mujeres deben recurrir a la prostitución como sustento, aumentando significativamente los riesgos a su integridad. Según Luis Pardo, director de la Fundación Santamaría, la prostitución junto con la peluquería son las únicas fuentes de empleo consideradas para estas mujeres, siendo la primera la de mayor afluencia.
Viviana Gómez, quien aparenta más de 30 años, contonea de lado a lado sus caderas ensanchadas por hormonas que se inyecta prácticamente a diario, forradas por un vestido corto de téz brillante que deja a la vista sus senos postizos y glúteos carentes de homogeneidad, sus botas de charol negras, extensiones largas, sus cejas tatuadas y sus labios brotados de donde sale un espeso humo a cigarrillo. Cuenta que desde hace más de cinco años trabaja de la prostitución. “Algunas veces me hago en la Avenida Sexta o Granada, otras en la Octava Norte, o donde caiga, todo depende de cómo este la cosa”.
En Cali, la Calle 70 con Carrera 1, Calle Séptima, Carrera 80 con Autopista Simón Bolívar, el Centro entre las carreras 12 y 15 con calles 10 y 14, entre otras calles, albergan un sin número de mujeres como Viviana, Natalia y Katherine que trabajan, o han ejercido en algún momento la prostitución.
Viviana trabaja de martes a domingo, su tarifa diaria difiere de lo que quiera o necesite el cliente. “Puede ir de $50.000 en adelante, o si solo quiere abajo $10.000, el precio lo pongo según el marrano, si vamos a un mariquiadero, pues tiene que pagar más”.
Los ‘mariquiaderos’, como los llama Viviana, son utilizados indirectamente para el trabajo de la prostitución o simplemente diversión. En Cali existen más de 15 establecimientos ubicados en Granada, Tequendama, Calle 5, Calle Novena, Avenida Tercera Norte, al igual que la antigua vía Cali Yumbo y el Puente de Juanchito. Entre los lugares más reconocidos se encuentran Casa Blanca, Golden, Charles, Celeste, Contravía, Mulata y Deja Vu. “A mí me encantaban los mariqueaderos cuando era sardina, me gustaba ir a un Madona, Romanos, Golden o a un Charles, no existía quién me jodiera por vestirme de mujer y actuar como tal”, afirma Viviana, mientras termina de pisar la colilla de su cigarrillo.
“No entiendo por qué cuando me ven vestida de mujer y maquillada me dicen señor. Ojo, apliquemos la razón, si su blusa es rosada, es rosada, no puede ser verde. Si usted me está viendo vestida de mujer, maquillada y adoptando ademanes femeninos, ¿cuál es su coherencia? ¿Qué es lo que yo estoy tratando de que me digan?. Si usted no sabe cómo llamarme, entonces déjelo nada más en buenos días, a la orden, hasta luego”, añade Natalia mientras sube el tono de su voz y mira fijamente el espejo donde se refleja.
Diariamente, Natalia, Viviana y Katherine, al igual que muchas otras mujeres ‘trans’, se enfrentan a burlas, insultos y tratos displicentes, esto se debe a la poca tolerancia, conocimiento y aceptación que existe por parte de la población, estas conductas agresivas responden al concepto de la Trans-fobia.
“Lamento que no exista en Colombia la primera mujer ‘trans’ hecha desde pequeña, haciendo algo diferente que pararse en una esquina o cortar pelo. No se nos tiene dentro del Plan de Ordenamiento Territorial, por ende tampoco contamos con oportunidades de estudio o de salud, somos poco o nada frente al Estado… Nosotras estamos capacitadas para dar muchísimo más, como digo yo, que estoy estudiando porque me encanta estudiar y perder el tiempo, porque ya tengo 80 mil cursos y qué estoy haciendo, cortando pelo”.
Antes de pararse de la silla y mientras termina de retocar su piel trigueña, Natalia con una sonrisa algo efímera recuerda las palabras de mamá: ‘De azul te debes de vestir, con niños debes de jugar y con niñas te tienes que acostar’… Hace un pausa, vuelve a sonreír tímidamente y sentencia, “no soy Santa Natalia, ni de azul me vestí, ni con niños jugué y menos con niñas me acosté”.
Algunas de las fundaciones que trabajan en pro de los derechos humanos de la comunidad LGTBI en la ciudad son:
Asociación Lesbiápolis, Corporación Arte Diverso, Comunidad Cali, Fundación Chaina, Grupo de Encuentro y Reflexión Gay Aguacatal y Santamaría , siendo Santamaría una de las precursoras y principal ONG que trabaja específicamente con comunidad trans.