Un llamado al Pacífico

Ensayo fotográfico: un llamado al Pacífico

FOTO ENSAYO

Autora: Valeria Serna Góngora

"Buenaventura está habitada en su gran mayoría por afrocolombianos, personas en las que se siente el folclor y el ritmo de la cultura Pacífica, donde la música, la danza, la tradición y toda la herencia africana abunda".
Valeria Serna

Buenaventura, ciudad perteneciente al Valle del Cauca, uno de los emblemas del Pacífico colombiano, y portador del principal puerto marítimo en el suroccidente del país. Sin embargo, problemáticas de impacto social, relacionadas con la violencia política, el conflicto armado, el narcotráfico y el desempleo, ha obligado a algunos habitantes a abandonar el territorio.

 

Yo soy tumaqueña, una mujer del Pacífico, que siente y respira por su tierra. En mi corazón siempre aterrizan los azotones que sufre esta región, golpes causados por las prácticas ilegales, como es transfigurar el cultivo de la hoja de coca, para convertirla en una sustancia psicoactiva, siendo mi pueblo un gran cultivador de la misma.

 

He crecido junto a las olas del mar, he crecido junto a los arrullos de cantoras, he crecido con el repicar de la marimba y con la frescura del pescado recién sacado del mar. Mi vida está en el Pacífico, mi corazón está en Tumaco y siento que mi misión es siempre tener encendida la cultura de mi tierra, la energía de una afrocolombiana.

 

Buenaventura, ahora es un caso especial para mí. A mi cuerpo llega la sensación de destrucción, o como lo diría mi mamá, “la sensación del acaborsio”, los conflictos que todos los días se presencian en esta ciudad. Por ello, ya era necesario “Un viajecito pa’ ver que pasa por allá”, aunque me terminaron diciendo “Me estás grabando y no me querés dar plata”, palabras de un habitante de calle del centro de Buenaventura.

"Una realidad que está acabando con el sentido de pertenencia y la identidad de los habitantes, aunque no solo de este lugar, sino de todo el Pacífico"

En la primera parada, solo bastó apreciar que tan desgarrada está la pintura de una casa, y qué tan descompuesta está la tabla que la sostiene. En esos hogares, viven familias que todos los días salen a trabajar, salen a enfrentar la obligación y la imagen que se ha impregnado en este territorio; una imagen de violencia, una imagen de necesidad, la imagen que mi corazón describió al verlas, la imagen que se esconde detrás de la fachada del puerto marítimo de esta ciudad.

Todo aquel que desconozca la precariedad de la educación, la hambruna de muchas familias, el ingreso de jóvenes a los grupos al margen de la ley, la inseguridad del territorio y demás problemáticas derivadas a lo mencionado, siempre se quedará con la imagen de que Buenaventura solo se trata de máquinas que hacen una economía estable, cuando ni siquiera eso, saca la cara por la ciudad y su gente.

Las mujeres son aquellas pasan sus días regando los pescados, limpiando camarones o algún otro oficio que recoja dinero para tener comida; son mujeres que trabajan con la incertidumbre de tener sus hijos en casa, mientras son expuestos a las armas, a las confrontaciones por egos y barreras invisibles. Mujeres que, con el paso de los años, las arrugas de angustia, se han tatuado en sus rostros, sin darse cuenta.

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